martes, 2 de octubre de 2012

EL TEMPLO erótico




El viento azotó los muros del templo en la inmensa soledad de la noche,

allí  nuestros cuerpos desnudos armonizaban sus pasiones de amor y deseo,

en el lecho de sabanas arrugadas de donde surgen clamores de un “más, más”,

 se sienten los aromas boreales de sexo y miel.

La lava discurre espesa por mis muslos nacida de la fiebre de tu volcán y tus besos.

Tu lengua camina por mi cuerpo colmando mi ayuno de caricias y deseos,

roturando mi piel reseca en mil viajes de ida y vuelta,

acomodando tu  saliva y sudor al perfil de mis pechos tersos,

de mis pezones duros y erectos, bajando por el mar dormido de mi vientre,

desbrozando el vello suave de mi pubis hasta la cima húmeda de mis ingles,

y zozobrando por mis muslos en oleajes de lujuria desatada entre tempestades.

Mar bravía que culmina penetradora en mi vagina saturada con mi néctar,

mientras mis ayes y gemidos son la sinfonía que a puñados brota gutural

de la herida abierta y sangrante de puro placer vivo.


Mi dios, tu pene, excitado e iracundo desciende a mis cavernas perversas

erecto y erguido como el rayo que no cesa, báculo que entra y sale

en vaivenes infinitos para acentuar el goce de nuestro cauce,

siguiendo huella sobre huella, andando unas veces, corriendo las otras,

cabalgando mi cuerpo de nácar hasta hacer añicos el remanso de mi placer;

de manifiestos orgasmos atruenan el silencio de la habitación.



De mi cigarrillo anillos de humo vuelan rematando hacia la nada del techo,

mientras mis dedos abandonados sobre ti juegan a hacer caminos imaginarios.

Cerrados teníamos los ojos, y los dos callados, abrazados, dormíamos;

tan sólo se oía ya……….. la voz de la música sonando.

Sonicha